lunes, 11 de julio de 2011

Tecnología prehistórica.

      El mundo de la arqueología ha tenido que hacer uso de su "armario trastero" para encerrar en él algunos objetos y herramientas de compleja tecnología, que no encajan en absoluto dentro de sus paradigmas ortodoxos.
     
       Primero vamos a situarnos en la historia, si en los libros de texto nos están diciendo que el "homo sapiens" apareció hace 12.000 años, ya me diréis qué explicación le damos a los siguientes hallazgos:
     
       Se encontró en Texas (1934) incrustado en una roca, un martillo con mango de madera fosilizado y cabeza de hierro fundida de una pureza casi total que, por análisis de rayos X, se ha confirmado que ha sido fundido con avanzadas tecnologías metalúrgicas, el único problema es que la roca se tuvo que formar después, o sea, ¡hace 140 millones de años!
   
       En la misma línea se encuentran unas huellas de zapatos localizadas en Nevada (1882) en un estrato de 2 o 3 millones de años. Y todavía más increíble el hallazgo de otra huella en el desierto de Gobi en un estrato de 200 millones de años.

       Uno de los más conocidos objetos fuera de su tiempo es la famosa "máquina de Antiquitera", llamada así por haber sido localizada en un barco en las cercanías de Creta (siglo XVI), su antigüedad se estima en el  año 87 a.C., y consta de un complicadísimo mecanismo de posibilidades tan complejas, que solo puede compararse a un ordenador astronómico.

    Igual de espectacular resulta el descubrimiento de una misteriosa calavera de cristal de cuarzo fundido datada en 12.000 años de antigüedad o sea, en el Paleolitico superior, que tiene la peculiaridad de canalizar la luz a modo de fibra óptica moderna.

    Nuestra lista podría ser infinita, pero ofrecemos al lector los casos más aceptados por los arqueólogos y que más han desconcertado sus creencias. Además de numerosos objetos también existen  muchos grabados y documentos históricos que revelan sofisticadas tecnologías y conocimientos en tiempos remotos que nos obligan a hacernos la siguiente pregunta: "¿Conocemos realmente nuestra historia?"